16 Abr 2024

En numerosa ocasiones, las personas que vienen a informarse sobre las clases de música nos cuentan sus pretensiones, sus ilusiones, sus objetivos, por qué quieren aprender y... después de darles una orientación de qué, de con qué y cómo aprender, suele venir la pregunta del millón: — ¿Cuándo sabré poner acordes a una melodía?
Muchos de estos futuros alumnos, sobre todo si son adolescentes y adultos, han tenido contacto con la música. Unos han tocado un poco la guitarra, otros han movido sus dedos en un teclado sacando melodías con la mano derecha, pero siempre preguntan: — ¿Tengo que aprender mucha teoría para saber qué acordes poner a mi canción favorita? También dicen que les gustaría componer  y acaban con la cuestión de — ¿Eso de estudiar armonía qué es?

 En este artículo vamos a hacer un breve resumen teórico, del elemento musical reseñado: La armonía.

 En la música disponemos de tres elementos que bien combinados y ejecutados con cualquier instrumento o voz, hace que podamos expresarnos de una manera única: con sonidos.
Estos son:
- La Melodía: es el elemento  horizontal de la música. Es la conductora de toda composición. Hace que en un primer contacto con cualquier pieza musical, seamos capaces de reconocerla y memorizarla en nuestro cerebro sin necesidad de tener demasiados conocimientos musicales. Surge de combinar sonidos uno detrás de otro y —aunque sólo tengamos siete notas musicales para combinar (do, re, mi, fa sol, la, si)—  estamos en el siglo XXI y aún seguimos componiendo, inventando melodías y creando músicas nuevas. Hay que decir que los recursos de inventiva no se agotan porque tenemos otros dos elementos para combinar.
- La Armonía: es el elemento vertical de la música. Nos da el sustento a la melodía. En el momento que escuchamos varios sonidos a la vez se produce la armonía. Es la que da origen a los acordes.
Aparte de estos dos elementos, contamos con el tercero, importante como los dos anteriores.
- El ritmo: es el elemento del tiempo. Éste se basa en la duración de los sonidos y sus acentos, ya que una cosa es el pulso constante y otra es el acento de los sonidos que nos va a hacer diferenciar un vals de un cha, cha, cha; un tango de un beguine o la música dance de una canción tribal de África.

Presentado este pequeño resumen como introducción, vamos a hablar de La Armonía y de cómo nos  podemos acercar a ella.

Si queremos poner en práctica este elemento, necesitaremos un instrumento polifónico —que suenen varios sonidos a la vez— véase la guitarra, el teclado, o el piano. También podemos vivir la armonía, si uno es clarinetista y se junta con dos amigos más para tocar a la vez. Evidentemente, para escuchar la armonía, se necesita oír por lo menos tres sonidos a la vez para formar un acorde.
El teclado es el instrumento más cómodo para introducirse en la armonía ya que podemos tocar la melodía con la mano derecha y con la mano izquierda poner los acordes con el recurso del acompañamiento automático y una estructura de ritmo. Con la guitarra nos basta con cantar la melodía y poner las posiciones de los acordes.
La armonía, en una formación académica reglada, se empieza a estudiar después de haber pasado seis cursos de lenguaje musical. Como no queremos que nadie se alarme y se venga abajo pensando que sus ilusiones de poder acompañar una canción con la guitarra sacando los acordes de oído, o de componer una banda sonora con el teclado para cualquier reportaje audiovisual que quiera hacer, diré que podemos tener unas pautas básicas para empezar con este mundo tan apasionante como es el de hacer música con nuestros tres elementos. Melodía, Armonía y Ritmo.
Después de que ya nos hayamos familiarizado con el instrumento y leamos un poco una partitura, ya podemos empezar a lanzarnos a ese mundo de escuchar música y sacarla de oído. La música aunque esté escrita en una partitura, siempre se escucha; bien sea  en nuestra mente o bien sea ejecutada.
El oído hay que desarrollarlo. Es muy importante ejercitarlo pero, aparte de eso, el aprendizaje de la teoría musical nos ayudará a pensar y comprender mejor esos sonidos que escuchamos. Cuando estudiamos lenguaje musical, lo que aprendemos es a solfear —entonar y medir las partituras— también aprendemos la teoría que nos va a llevar por ejemplo: a entender los acordes y la armonía, las estructuras musicales, los ritmos, los instrumentos musicales etc. En definitiva, en la educación musical todo lo que no es el aprendizaje del instrumento está incluido en el Lenguaje Musical en el sentido más amplio del concepto.
Este aprendizaje es una carrera de fondo en la que hay que ir poco a poco, pero no por eso hay que perderse el placer de manejarse con la música al comienzo.
A nuestros alumnos, en la academia, desde el primer momento, se les invita a que sean creativos, que saquen melodías de oído, les pongan acordes básicos e intenten escribirlas (ahora tenemos programas informáticos que nos ayudan, para poder escribir música y si aún no somos capaces de ejecutarla, la toca el propio programa). Así uno va adquiriendo experiencia y destreza.
Uno de los primeros consejos es que intenten rellenar con los acordes tonales, las melodías que escuchen. O bien compongan algo con los acordes básicos. 
Estos son: I, V y IV. Por ejemplo: en Do M armonizaríamos una melodía con el acorde de C, G7 y F. Nos sirve de muestra la primera canción que suelen tocar en el teclado Oh When The Saints Go Marching In. Uno tendrá que fijarse en las notas que coinciden de la melodía y de los acordes. También escuchar dónde está el reposo (acorde de C) y la tensión de la melodía (acorde de G7).
De alguna manera ya podemos empezar con esta tarea tan gratificante como la de crear melodías y ponerles una armonía.
Con este pequeño artículo queremos animar a todos los futuros músicos en potencia, a que se acerquen con nosotros a este mundo apasionante de: La Música.
Begoña Andiano

 

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